Coronavirus
Ha muerto poca gente
(
Nota: escrito antes de los rebrotes y de las nuevas medidas
preventivas...mascarillas,,,etc. Vale, sin embargo, corregido y
aumentado para este nuevo tiempo, para la estupidez de la “nueva
normalidad”)
Y esto, esta poca gente muerta, explica
claramente la indiferencia, la irresponsabilidad, la ignorancia, el
desinterés.... el egoísmo, la insolidaridad...el incivismo en
definitiva, con el que la mayor parte de la gente con la que me cruzo
en la calle cuando salgo a pasear por el Paseo Butrón en las tardes,
o a comprar por la calle Sanpedro en las mañanas, va sin mascarilla.
Y explica la negligencia de los poderes
públicos, centrales, autonómicos, municipales, a la hora de hacer
cumplir sus propias normas: la mascarilla es obligatoria en espacios
cerrados y en los abiertos cuando no se pueda mantener la distancia
de seguridad.....
Botellones, fiestas familiares,
celebraciones de éxitos deportivos, fiestas populares – por más
que oficialmente canceladas- manifestaciones (no diré cuáles porque
no se me acuse de homófobo) terrazas atestadas, cientos de
paseantes....
Ha muerto poca gente, mayormente
viejos, mayormente en las residencias. Pero no ha afectado a la
conciencia......Ha dolido poco.....
Porque..... no se ha muerto tu madre,
tu hermano, el novio de tu hermana, tu mejor amiga del Instituto, el
compañero de trabajo....se han muerto los abuelos, la abuela, en la
residencia privada. con Alzheimer, el abuelo en la residencia pública
con demencia senil. Apenas si los visitabais una vez al año, por su
cumpleaños...fíjate..... y tiene 97 años y qué arrecho¡¡¡¡
Esos ha muerto. Han dolido poco. Les
tocaba.
Tampoco hemos visto las UCI's.......al
primo segundo, de Soria ( 45 años), de una cuñada de Barakaldo,
entubado durante 101 días y que ha salido maltrecho de salud para el
resto de su vida.
Y ¡lo orgullosos que hemos estado
aplaudiendo en los balcones a los “héroes” de la “primera
línea” que “ se han dejado la piel “.....Cómo de bien nos
hemos sentido. Y ha sido suficiente. Olvidados.
Yo
no me he atrevido a llamarles imbéciles y he pensado que era yo,
solitario con mi mascarilla, el que hacia el imbécil pero Ramon Lobo
ha escrito:
La mascarilla, un detector de imbéciles
Infolibre Jueves 2 de Julio 2020
Ramón
Lobo
“ El
uso de la mascarilla se ha transformado en un detector sencillo de
idiotas potenciales.
Esta semana escribí un tuit en el que establecía cuatro categorías:
el raso (sin mascarilla), el muy imbécil (mascarilla por debajo de
la nariz), el súper imbécil (mascarilla en el gaznate) y el mega
imbécil (dos mascarillas, una en el gaznate y otra en el codo). Lo
copié poco después en Facebook, convencido de que llega a un
público más diverso. Hubo algunas críticas. De todas, la más
insufrible es la del imbécil intenso, un tipo carente de sentido del
humor.
La
mascarilla es obligatoria
en sitios cerrados y donde no se puede mantener la distancia de los
dos metros.
Es legal no llevarla si caminamos solos. Hay excepciones reconocidas
en el BOE: personas con una dificultad respiratoria que pudiera
agravarse con la mascarilla o discapacitados cuyo uso resulte
inviable. Es obvio que ninguno de ellos están incluidos en la
categoría de imbécil raso. Me
refiero, como es fácil de entender, a los otros, a los sanos, a los
chulos, a los inmortales, a los memos.
Uno
de los mayores errores del Gobierno de España durante la pandemia,
además de los retrasos en la actuación, los líos con las cifras y
la mala coordinación con las CCAA, ha sido su política de
información. Al
impedir el acceso periodístico responsable a la Zona Cero de los
hospitales, las residencias y las morgues (al
palacio de hielo) nos
ha robado unas imágenes que hoy serían esenciales en el trabajo de
concienciar a la población,
y de construir una memoria.
“
Hasta aquí Ramón Lobo.
En cualquier caso, y por
terminar, vista la ineptitud de los poderes públicos para hacer
cumplir sus normas, y vista la insolidaridad estúpida de tantas y
tantas gentes, sólo nos queda confiar en la Divina Providencia, como
bien confiaba el Papa Benedicto XVI al ministro del Interior Jorge
Fernández:
“ El diablo quiere destruir
España”. Una afirmación que el Papa emérito argumentó con una
explicación histórica.
“El
diablo sabe los servicios prestados por España a la Iglesia de
Cristo, conoce la misión de España, la evangelización de América
por España, el papel de España durante la Contrarreforma, la
persecución religiosa de los años treinta... El diablo ataca más a
los mejores y por eso ataca especialmente a España y la quiere
destruir”,
Benedicto
le dio ( a Jorge ) un “mensaje de esperanza”: “No lo
conseguirá”, le dijo. Aunque para impedir los designios del mal es
necesario –apuntó el Papa– que se apliquen cuatro herramientas
“humildad, oración, sufrimiento y devoción en la Santísima
Virgen”