Unamuno y la demonización de la República española
“Público.es”
Noviembre
25, 2019
Estimulado
por el buen recibimiento que tuvo en círculos progresistas del país
la película Mientras
dure la guerra, que
se centra en la figura de Miguel de Unamuno (que había sido uno de
los intelectuales más conocidos de España en los años treinta y
Rector Perpetuo de la Universidad de Salamanca), fui al cine a verla.
En general, en tales círculos se había valorado positivamente el
mensaje que la película había transmitido. La
película da una visión de cómo se preparó el golpe militar de
1936 en España, que según Miguel de Unamuno había tenido lugar
para corregir los supuestos desmanes y el desorden creados por la II
República,
objetivo que él había compartido cuando tuvo lugar el golpe pero
del cual se alejó más tarde, cuando vio que se desviaba de él,
estando el generalato influenciado por el general Millán-Astray (de
famosa crueldad), que se convirtió en el mayor promotor del general
Franco, que por fin (y, al principio, a regañadientes) aceptó ser
el Caudillo por la Gracia de Dios. Fue
así como tal golpe dio inicio a una brutal represión, justificada
por los golpistas (dicho en boca de Franco) porque el otro bando, el
republicano, hacía lo mismo. Según la película, la creciente toma
de conciencia de que los sublevados eran igual de represivos que los
republicanos a los que sustituyeron es lo que llevó a Unamuno a su
gran decepción y denuncia de los golpistas que anteriormente había
apoyado (tras haber denunciado a la República por sus desmanes). El
mensaje que se transmite en la película es, pues, que las dos
Españas (representadas por dos personajes, Unamuno y un joven
republicano en constante discusión como telón de fondo) eran
igualmente represivas, incapaces de debatir, convencer y argumentar,
ambas carentes de madurez democrática.
Admito
que, en algunos círculos y en algunas partes de España, esta
película puede verse como una película valiosa para la causa
democrática, pues muestra la crueldad de los golpistas y las
barbaridades que promovieron. Para aquellas personas que todavía
crean que los golpistas militares de 1936 fueron necesarios para
salvaguardar España de las hordas republicanas (y que son millones,
como lo atestigua el éxito de Vox en varias partes del país) tal
película es anatema. Y supongo que esta es la causa de que fuera
valorada positivamente en círculos progresistas. Pero para aquellos
que estamos en desacuerdo con la existencia de dos Españas
igualmente represivas, y que somos herederos de aquellos que en su
día denunciaron el apoyo de Unamuno al golpe fascista, la
película es criticable, pues no es verídica en la naturaleza del
conflicto conocido como la Guerra Civil. Y de esta deficiencia, un
punto clave es la naturaleza del terror ejercido por el Estado.
El terrorismo fue la característica del bando vencedor, el Estado fascista
La
República nunca tuvo el terror como política de Estado. En cambio,
el Estado fascista dictatorial sí que lo tuvo, pues era intrínseco
a la naturaleza del régimen. La existencia del terror era parte
esencial de aquel régimen generado por unas minorías conscientes de
que tenían a la mayoría de las clases populares en contra. De ahí
que el terror fuera necesario para su propia supervivencia. No así
para la II República. El terror nunca fue una política del Estado
republicano. Es más, intentó incluso controlar los desmanes de
sectores de la población, recuperando y reconstruyendo las
propiedades afectadas.
Cuando, por ejemplo, algunos sectores del movimiento sindical obrero
(que odiaban, con razón, al clero y a las autoridades eclesiásticas
de la Iglesia católica, por su apoyo al enormemente opresivo régimen
borbónico) comenzaron a quemar y a destruir las iglesias, fue el
Estado republicano y, en Catalunya, el gobierno de la Generalitat,
los que intentaron parar tales actos, e incluso reparar los daños
causados a los edificios. El Estado republicano tuvo una política de
restauración del daño a los edificios, como queda bien documentado
en la exposición Arqueología
en el exilio: el museo de Arqueología de Catalunya y la Guerra Civil
española (1936-1939) que
hay en dicho museo, que acredita el enorme sacrificio que hizo dicho
Estado para proteger las iglesias y otros edificios
religiosos. Asociar
la República con la quema de iglesias, como hizo recientemente la
presidenta de la Comunidad de Madrid, del PP, Isabel Díaz Ayuso,
muestra el grado de ignorancia y/o manipulación de la que la derecha
es capaz para justificar la enorme represión que todavía hoy es
glorificada por parte de las derechas (y no solo por parte de Vox).
Por el lado fascista, los asesinatos políticos eran parte de una
política de Estado. Como ha señalado el mayor experto sobre el
fascismo europeo, el Profesor Malefakis, de la Columbia University,
en Nueva York, por
cada asesinato político que cometió el régimen fascista italiano
liderado por Benito Mussolini, el régimen fascista liderado por el
General Franco cometió 10.000. Fue uno de los regímenes más
crueles y terroristas que haya habido en Europa en el siglo XX.
Fue el régimen que dio lugar a más asesinatos políticos,
asesinados cuyos cuerpos continúan hoy en paradero desconocido, un
número, el de desaparecidos por causas políticas, que es el mayor
(en términos porcentuales) en el mundo, después de Camboya.
Los
golpistas fueron explícitos en su comportamiento, promoviendo el
terrorismo. Como dijo el general Emilio Mola “Hay
que sembrar el terror… hay que dejar la sensación de dominio
eliminando sin escrúpulos ni vacilaciones a todos los que no piensan
como nosotros. Nada de cobardía. Si vacilamos en el ejercicio del
terror no ganamos la partida”.
El terror fue el eje de lo que Paul Preston ha llamado genocidio, con
la ejecución o exilio de un millón de españoles como parte del
Holocausto Español.
Fue precisamente el rechazo popular al golpe militar lo que
estableció la política de matanza en masa de civiles en cada pueblo
y ciudad ocupados. La gran mayoría de víctimas pertenecían a las
clases populares que habían rechazado el golpe. El
terror sembrado por el fascismo tenía un componente de clase muy
acentuado, como también lo tuvo su machismo, pues incluía la
violación de la mujer como parte del terror.
Queipo de Llano, responsable de la ocupación de los que se llamaban
a sí mismos los “nacionales” (portadores de un uninacionalismo
españolista imperialista, que odiaba una visión plurinacional de
España) en Andalucía, había alentado tal comportamiento de
castigo.
“Nuestros
valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes
lo que significa ser hombre de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres.
Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas
predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres
de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que
berreen y pataleen”.
Este
general está todavía hoy enterrado, con todos los honores, en la
basílica sevillana de la Macarena y no solo Vox sino también el
Partido Popular y Ciudadanos se han opuesto a su exhumación. Al
clasismo y sexismo se añadía un terror racista definiendo
a los que describían como “rojos” como seres de raza inferior,
que, como había indicado José
Antonio Primo de Rivera, el fundador del partido fascista, eran
“bereberes
(de supuestas raza y cultura inferiores) que estaban invadiendo
España para destruir la civilización cristiana”.
Tal declaración se hizo en el Día de la Raza, y este personaje
continúa enterrado en el monumento al fascismo: el Valle de los
Caídos.
La ignorada u ocultada II República
La
II República fue una experiencia positiva para España.
Breve, pero importante. En realidad, de conocerse lo que realmente
pasó en la II República, se rompería la creencia ampliamente
extendida en Europa (favorecida por la imagen tan negativa que dio el
régimen fascista) de que España es un país violento, ignorándose
que la
II República fue conocida por sus reformas progresistas, realizadas
mucho antes que en otros países, como Francia (que se presentaba
como un país más ilustrado). Aprobó, por ejemplo, el aborto
(primero, por la Generalitat de Catalunya, y luego expandida al resto
del Estado) años antes de que se hiciera en países como Francia
(que estaba gobernada por las izquierdas). La II República fue una
de las épocas más progresistas que ha vivido España y para las
clases trabajadoras y las mujeres, significó una enorme ventana de
libertades,
pues la monarquía había sido siempre un sistema de gobierno
preferido por la Iglesia, que mantenía sumisas e ignorantes a las
mujeres. En los años 20 y 30 solo el 0,51% de las mujeres jóvenes
cursaba estudios superiores. La
República dio el derecho a voto a las mujeres el 1 de octubre de
1931 (el sufragio universal femenino no fue implantado en Francia
hasta 1944, o en Bélgica hasta 1948), iniciando muchas reformas que
dotaron de dignidad y oportunidades al colectivo femenino.
Y
para las clases populares, la II República significó una enorme
apertura, rompiendo con las condiciones –como su falta de
educación- que las mantenían en la ignorancia. Dicha ignorancia no
era una consecuencia del olvido, sino el resultado de un proyecto de
opresión de las derechas, a fin de mantener su dependencia emotiva y
psicológica de la Iglesia. En
Catalunya, y en todos los territorios de España, las reformas
educativas alcanzaron, durante la II República, sectores populares y
territorios que jamás habían conocido lo que era un maestro. Miles
de maestros (incluidos mi padre, mi madre y mis tíos y tías) fueron
a partes remotas del territorio a dar clases, en lugares donde se
podía ir solo en mulas. Y dieron clases no solo a los niños, sino a
los adultos. En realidad, una de las acusaciones vertidas sobre mis
padres por parte del tribunal fascista que los juzgó, los sentenció
y expulsó del magisterio fue, entre muchas otras, el utilizar la
escuela pública para dar clases a personas adultas.
Esta
es la realidad: intentar dignificar a estos grupos que oprimieron a
las clases populares llamándolas “la otra España” (una supuesta
España de partes y bandos iguales) es ocultar que lo que estaba
sucediendo era la
lucha para conservar el poder de una clase muy minoritaria en contra
de la gran mayoría de la población. Era una lucha de clases en la
que las clases dominantes utilizaban toda la represión para
mantenerse en el poder.
Era muy fácil ver las causas del golpe militar, y de todo ello
apenas se habla en la película.
En
realidad, miles de españoles no compartieron la admiración por la
figura de Unamuno que transmite el largometraje. Fue una figura
patética, alejada de la realidad que lo rodeaba en unos momentos
claves en la historia de este país y que jugó un papel importante
en crear la cultura de la que surgió el nacional-catolicismo, la
versión española del fascismo europeo. Su toma de conciencia de la
crueldad de los golpistas y su denuncia es valiosa y hay que
aplaudirla, pero es dramáticamente insuficiente.
Lo que echo también en falta en la película es una explicación del
por qué tuvo lugar el golpe militar y por qué era previsible que
ocurriera. Y echo también en falta el significado de la denuncia que
hizo Unamuno a los golpistas. El
“viva
la muerte y mueran los intelectuales” no
era un exabrupto de Millán-Astray. Era una presentación de la
política cultural del fascismo, habiendo sido tal general el
responsable de la oficina de Prensa y Propaganda del régimen, y el
fundador de Radio Nacional de España.
Su intención era asesinar y eliminar la cultura democrática y
republicana del país, sustituyéndola de arriba abajo.
En
esta campaña, el terror fue un componente esencial, pues incluyó
asesinatos, encarcelamientos y exilio para miles y miles de maestros
y académicos, con medidas enormemente crueles encaminadas a eliminar
a toda una cultura democrática y republicana, presente en las
políticas públicas de los gobiernos progre. Solo
un año después del golpe, en 1937, se había expedientado a 50.000
maestros, lo que conllevó en muchos casos asesinatos, prisión,
expulsión y/o exilio. Y al final del golpe, más del 40% del
profesorado universitario se vio afectado. La famosa quema de libros
de la Gestapo en Alemania ocurrió también en España. Yo guardo en
mi casa copia de un ejemplar de El
Capital,
que mi padre tenía y que pudo recuperar medio cortado y medio
quemado, ejemplar que siempre tuvo en su despacho hasta que murió,
para recordar lo que significó el fascismo.
Todas
estas realidades han quedado ignoradas u ocultadas durante la época
democrática como consecuencia de la excesiva adaptación de las
izquierdas al sistema borbónico, habiendo establecido una
complicidad con las derechas para no recuperar la historia real de
este país, complicidad que ha llegado a un nivel vergonzoso cuando
el Estado no ha anulado las sentencias de los tribunales fascistas
contra las víctimas de tanto terrorismo.
La democracia española tiene limitaciones enormes que explican desde
el todavía extenso subdesarrollo social (el gasto público social
per cápita continua siendo de los más bajos de la Unión Europea de
los Quince) hasta la falta de reconocimiento de la plurinacionalidad
del Estado, consecuencia
de que no es una democracia heredera de la II República, sino
heredera del régimen que la interrumpió. Sin desmerecer lo mucho
conseguido, no hay plena conciencia en el establishment político,
mediático y académico español de lo mucho que queda por hacer. E
incluso hoy estamos viendo el peligro de que retrocedamos en aquello
conseguido.
Las
derechas españolas, que nunca aceptaron su responsabilidad por el
enorme daño que crearon sus antecesores a las clases populares de
este país, hoy se están radicalizando en su ya extenso derechismo,
mirando incluso nostálgicamente a aquel pasado que ha sido
dulcificado, lo que ha sido posible por la complicidad de las
izquierdas gobernantes con sus tímidas y dramáticamente
insuficientes políticas de memoria histórica. Así de claro.